naugurado con bombos y platillos el 24 de octubre de 1989,
después de algunos años de trabajo por la comunidad y una inversión de casi cien millones de viejos pesos por parte de la
administración interina de Oscar Baylón Chacón, el Museo Comunitario El Asalto a las Tierras, del ejido Michoacán de Ocampo, hoy ve con tristeza cómo las autoridades sólo lo recuerdan cada 27 de enero.
Aunque en su creación participaron el gobierno del estado y
el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en la actualidad el museo se mantiene solo gracias al apoyo de la comunidad,
dice su coordinadora, Bertha Chávez Villalobos.
Si bien durante la época ruffista, cuando Manuel Felipe Bejarano
Giacomán dirigía el Instituto de Cultura de Baja California, se dieron algunos apoyos a éste y otros museos comunitarios,
hoy la única relación existente se manifiesta en las exposiciones que el ICBC monta en el museo del Michoacán de Ocampo.
Por parte del INAH, nada, reitera Chávez Villalobos. Sietedías
procuró en vano una entrevista con la delegada estatal de esta institución, Julia Bendímez Patterson, pero en lugar de ella
se proporcionó al reportero una relación de los apoyos que se han dado al museo desde su creación.
Los primeros pasos
La inquietud porque se creara un museo comunitario en el ejido
Michoacán de Ocampo, surgió primeramente en la profesora Yolanda Sánchez Ogás en sus trabajos de investigación por parte del
Museo Hombre, Naturaleza y Cultura, del gobierno del estado (actual Museo Universitario), según cuenta ella misma.
Hacia 1984, Sánchez Ogás empezó a trabajar, por su cuenta,
en la comunidad. Entrevistó a varios de los sobrevivientes del Asalto a las Tierras, como a Pedro Pérez Hernández, Emigdio
Mora Pantoja, Filiberto Crespo y Petra Pérez viuda de Rentería, entre otros. (Frutos de este trabajo han sido algunas publicaciones
de la investigadora, como la historia de vida de Petra Pérez titulada Para seguir accionando y el ensayo histórico Movimiento
agrario en el valle de Mexicali.)
Posteriormente, se montó una exposición fotográfica en el museo
estatal y se rindió un homenaje a los pioneros agraristas. Un año después la muestra se exhibió en los pasillos de lo que
había sido la primera escuela primaria del Michoacán de Ocampo, construida en 1938 –y entonces extensión de la secundaria
local.
Con motivo del quincuagésimo aniversario del Asalto a las Tierras,
se expusieron en el patio de la escuela algunos aperos de labranza y se construyó una réplica de una casa de cachanilla, como
las que utilizaron los incipientes ejidatarios después de aquel 27 de enero.
"Esa primera exposición despertó interés", recuerda la coordinadora
Chávez Villalobos, quien entonces era sólo espectadora de lo que estaba pasando y maestra de grupo en la primaria local.
Sánchez Ogás recibió una invitación a una reunión del comisariado
ejidal y ahí expuso a los ejidatarios un proyecto de museo comunitario. "Pero pasaron los años y no hubo recursos", dice ella.
En 1986 se creó el Centro Regional INAH en Baja California
y Sánchez Ogás pasó a formar parte del equipo de la nueva institución, como responsable del programa de Museos Comuntarios.
Se continuó entonces con las exposiciones en el ejido.
Tres años después, el 27 de enero de 1989, se aprovechó una
visita del gobernador Baylón Chacón al Michoacán de Ocampo para exponerle el proyecto. El mandatario estatal se comprometió
a restaurar la antigua escuela, que la comunidad había accedido a destinar para la instalación del museo comunitario.
Cincuenta millones de pesos fue lo ofrecido por el gobernador,
pero a fin de cuentas se gastaron treinta millones más; el Instituto de Cultura, entonces dirigido por Jorge Esma Bazán, aportó
diez millones para museografía, que realizó personal del INAH. La propia comunidad apoyó con quinientos pesos para gasolina,
además de que puso mano de obra gratuita y colaboró con objetos.
Sánchez Ogás invitó a la profesora Chávez Villalobos a que
se hiciera cargo de la coordinación del museo. La Secretaría de Educación y Bienestar Social extendió
la comisión correspondiente, y la maestra atendió su nueva responsabilidad de tiempo completo.
"Teníamos la idea de rescatar todo lo relacionado con el Asalto
a las Tierras –dice ella–, pero tanto así como contar con un guión museográfico, no". El primer guión cronológico
estuvo listo a principios de octubre, de manos de Sánchez Ogás.
"Sentíamos una emoción tremenda y también desconcierto. Ya
presentíamos que iba a ser algo grande", dice Chávez Villalobos, quien ahora atiende el museo de medio tiempo, pues ha renunciado
a su comisión para hacerse cargo de la dirección de la primaria local.
El 24 de octubre fue el día de la inauguración. Acudieron autoridades
y los sobrevivientes de la gesta agraria, y, claro, la comunidad en pleno, que disfrutó hasta del mariachi.
Voluntarismo
Todavía ahora, considera Sánchez Ogás, ningún otro museo comunitario
en el país cuenta con las características que distinguen al de El Asalto a las Tierras. La mayoría se ha colocado en lugares provisionales y se forman por exposiciones temporales, pero en el Michoacán de Ocampo
desde un principio se montó una muestra permanente, aunque se han presentado exposiciones temporales de manera simultánea.
Una vez inaugurado el museo se buscó darle dinamismo, cuenta
Chávez Villalobos. "Empezamos a invitar a todo aquel interesado a participar, dimos mantenimiento al edificio e invitamos
a las escuelas a que nos visitaran".
Pero ella estaba sola en esos esfuerzos. Entonces llamó a su
sobrino político Jeremías Guillén Román –nieto de Jeremías Guillén Rentería, uno de los luchadores del 37–, quien
aportó su trabajo voluntario. Finalmente, la profesora gestionó ante las autoridades municipales y consiguió para su auxiliar
una plaza de conserje.
La investigación y la recopilación de objetos continuaron,
así como la sensibilización de la comunidad.
Hoy que se encuentra como directora de la primaria local, la
profesora Chávez Villalobos está haciendo una prueba, dice, para ver si el museo puede seguir adelante por medio del trabajo
de personas voluntarias de la comunidad. Pero reconoce que no ha gestionado que se comisione a alguien para que la apoye.
"Al museo no se le debe dedicar nada más el tiempo libre",
expresa.
Eventualmente los ayudan jóvenes prestadores de servicio social
y el propio Jeremías Guillén ha empezado a servir de guía para los alumnos visitantes, dado su interés en conocer la historia
de la comunidad. "Pero si tuviéramos personal trabajaríamos en dos turnos, se les daría capacitación".
–¿Cuál es el apoyo que debe proporcionar el INAH?
–Se supone que asesoría técnica, apoyo en gestiones.
Pero no hay nada.
En los últimos meses se ha reanudado la relación con el Instituto
de Cultura, para que aproveche el museo como el espacio cultural de la comunidad que es. De esta manera se han montado ya
tres exposiciones en ese local.
Y es que "un museo comunitario es un espacio abierto para difundir
el patrimonio artístico y cultural", explica la entrevistada.
Falta de dinero
Los recursos económicos con que cuenta el museo proceden de
la propia comunidad, a través de la Junta de Mejoras, cooperaciones
y donaciones de material, dice Chávez Villalobos. Además, de actividades propias, como bailes y rifas.
Piden también un donativo a quienes los visitan, pero pocos
depositan alguna moneda en el ánfora colocada para tal fin.
En tres ocasiones el museo ha recibido recursos del Pacmyc
(Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes). Con ellos han reparado pisos, mamparas y vitrinas, y ofrecido talleres
al público en general. Además, realizaron un trabajo de investigación en la comunidad, que no se ha impreso precisamente por
falta de dinero.
Sánchez Ogás asegura que en sus primeros años el INAH apoyaba
al museo no obstante que la delegada estatal de la institución, Julia Bendímez Patterson, no mostraba ningún interés por este
programa.
"Julia nunca tuvo buena relación con la persona encargada de
Museos Comunitarios (a nivel nacional), Miriam Arroyo", dice. Por el contrario, el Instituto de Cultura sí dio apoyos al programa
–incluso, en 1992 se creó el museo comunitario de Estación Coahuila, que aún depende del ICBC.
Pero a fines de 1992 ocurrió un rompimiento entre el Instituto
de Cultura y el INAH. La razón: "Hubo un mal uso de recursos económicos que el gobierno del estado había dado al INAH a través
del Instituto de Cultura. Bejarano estuvo muy molesto y suspendió los apoyos", cuenta la entrevistada.
Por ese tiempo, Sánchez Ogás también renunció al INAH, debido
a desacuerdos con la forma de trabajar de la delegada federal. "Yo siempre le decía a Julia que hacía obras de papel, porque
declaraba en los periódicos y la televisión cosas que jamás se hacían. A mí eso me molestaba mucho, porque como nosotros trabajábamos
en las comunidades la gente nos preguntaba y no sabíamos nada".
Durante dos años (1991-1992) desde la Ciudad de México se autorizaron partidas presupuestales para el programa de Museos
Comunitarios. "La verdad es que esas partidas no se aplicaron como debía haber sido", revela la entrevistada.
"Recuerdo muy bien que en el 91 los recursos que se aplicaron
a Museos Comunitarios principalmente fueron al valle de Guadalupe y una mínima parte a San Vicente, y quedó un fondo por ahí
que nunca supimos qué pasó con él pero no se aplicó a Museos.
"En el 92 pasó lo mismo y dijeron que los recursos(ocho millones
de pesos) se habían aplicado en la misión de Santa Gertrudis".
Esas situaciones ocasionaron su inconformidad, dice Sánchez
Ogás. "Vi cosas que no me gustaron, y empecé a ser muy vigilada por el equipo cercano a Julia, a tener problemas". Por eso
renunció al INAH.
Sietedías no pudo obtener una entrevista con Bendímez Patterson,
ya que, según justificó su secretaria, la funcionaria tenía una agenda muy apretada. Pero dio instrucciones a Elinora Topete,
actual coordinadora de los museos comunitarios, para que enviara al reportero un informe por escrito de los apoyos brindados
al museo El Asalto a las Tierras.
En el documento se hace un recuento de las actividades realizadas
por Sánchez Ogás y su equipo desde la creación del museo. Se menciona también el proyecto técnico elaborado por la institución
para que se construyeran los sanitarios públicos con que cuenta el museo, en 1994.
En seguida se asienta: "Además se realiza gestoría para la
obtención de recursos y apoyos con los tres niveles de gobierno o programas programas (sic) que ofrecen estas instituciones
como PACMYC (programa de apoyo cultural a municipalidaes [sic] y comunidades) a través de Culturas Populares y de la Secretaría de Desarrollo Social a través del programa de Apoyo al
Servicio Social en beneficio a los promotores de los museos comunitarios durante el 94, 95 96 y 97.
"Brindamos apoyo en la promoción y difusión del Museo Comunitario de 'El Asalto a las Tierras' con folletería y cápsulas radiofónicas". Es todo.
Centro cultural
Con ocho años en funcionamiento, el Museo Comunitario El Asalto
a las Tierras es el centro de la vida cultural del ejido, expresa Sánchez Ogás –quien a pesar de no trabajar ya para
el INAH no se ha desconectado de los museos comunitarios que ayudó a crear, pues forjó relaciones de amistad con las personas
encargadas de ellos.
El museo del Michoacán de Ocampo tiene una afluencia aproximada
de diez mil personas al año, dice, principalmente niños y jóvenes que acuden a sus salas durante los cuatro primeros meses
del año, sobre todo.
El museo cierra los lunes, que es el día de descanso del conserje
Jeremías Guillén, y algunos días en agosto, pues debido al caluroso clima las visitas se reducen.
En opinión de Sánchez Ogás, debería incrementarse el personal
del museo, principalmente en los meses de mayor afluencia de visitantes; además, para hacer más efectivo el trabajo con los
alumnos, llevar a cabo alguna actividad de retroalimentación al final del recorrido por las salas, e incrementar la difusión
de las actividades que ahí se realizan.
"Ha sido bastante esfuerzo en todos los aspectos", dice ahora
Chávez Villalobos.